El Mensaje de los Árboles
Escrito por Jazmín Agate el 19/3/2025. Última edición el 19/3/2025
Hace exactamente un mes, una semana y tres días mi hijo de 9 años se cayó de un árbol. Aterrizó con la cabeza y se fracturó la muñeca izquierda...

Y no... antes de que lo pienses no fue una travesura de niño, pasó porque tenía que pasar.
Mi vida como madre es un sube y baja que se balancea entre dejar que mis hijos hagan lo que quieren y desean para que ellos mismos aprendan a través de sus propias experiencias y meterlos en una bola de cristal reforzado para poder verlos sin que les pase nada nunca jamás, y entre ese debate eterno a mi me pareció bien dejar que mi hijo se subiera al árbol, además no era la primera vez que lo hacía y ya él conocía las medidas de seguridad para subirlo.
Yo estaba justo abajo del árbol y vi el momento exacto en el que se rompió la rama en donde se apoyó para bajar y lo vi caer en una cámara lenta que pasó muy rápido (suena extraño, pero fue justo así). Para no extenderme en la parte traumática de la historia, lo importante es que después de muchos exámenes, médicos, un yeso hasta el hombro y la asistencia infinita de todos los seres de luz a los que les pedí ayuda, todo terminó con su carita llena de raspones y la muñeca izquierda fracturada.
Tenía que contarte todo esto para explicarte la parte del relato que hace que estés leyendo estas líneas en este momento, y es que, en algún momento del mes que mi hijo lleva de reposo yo le comenté la idea de regresar al lugar del accidente y que hablara con el árbol y le dijera lo que él sentía en ese momento, ya él había comenzado a decir que más nunca quería subirse a un árbol, etc., etc., yo siento que fue porque las personas que le preguntaban qué le había pasado y él les contaba siempre le respondían: “Ya sabes que no tienes que volver a subirte a un árbol”, y yo sé que ese no es el aprendizaje real, así que decidí dejarlo que él fluyera explicándole que era obvio que el árbol no tenía la culpa, ni él tampoco porque antes de apoyarse en la rama el probó si estaba dura, se apoyó y subió, pero la rama se partió cuando él iba de bajada.
Yo amo muchísimo la naturaleza y me daba tristeza pensar que mi hijo fuera a generar un trauma con los árboles por el accidente, sin embargo, le propuse ir a hablar con el árbol y él dijo que en su momento lo haría. Hace una semana, saliendo del control médico nos dijo: "Quiero ir a hablar con el árbol" así que fuimos directamente para allá y yo que hubiera podido jurar por mi vida que sabía cuál era el árbol, no lo pude identificar claramente, él tampoco y su papá tampoco, yo decía que era uno, él decía que no y su papá decía que estaba más abajo.
El lugar es una caminería con árboles de un lado y no hay muchas opciones en el lugar, al inicio hay unos súper grandes y altos y esos no son. En el medio hay como cuatro que son los candidatos y al final hay unos más pequeños que tampoco son. Pero de esos cuatro realmente no estamos seguros al 100% cuál fue el protagonista. Mientras que caminábamos midiendo altura, ángulos y distancias yo sentí que me dijeron ¿para qué quieres saber cuál de nosotros exactamente fue si todos somos uno?, todos estamos conectados por debajo de la tierra.
Es cierto, todos los árboles están conectados entre ellos debajo del suelo a través del micelio, un hongo que les sirve a ellos para hablarse y contarse quién está bien, quién está muriendo, a quién le falta algo y así se apoyan entre sí, a quién está muriendo se le ayuda a sobrevivir, a quién le falta algo se le da, quién tiene una plaga o un intruso lo comunica para que los demás estén pendiente, y así.
Decidimos que mi hijo eligiera con cuál quería conectarse, yo lo acompañé en la conexión y sentí algo que no había sentido nunca, cinco segundos luego de tocar al árbol entre en un estado profundo, sentí una presencia muy grande e imponente del lado derecho que empezó a arroparme, le pregunté qué debíamos aprender de lo sucedido y dijo:
“El miedo es pasajero, el miedo siempre va a pasar, no es un estado permanente”, me recordó que no era necesario saber quién de ellos había estado envuelto en el accidente porque todos somos lo mismo. El mensaje que recibió mi hijo fue a través de figuras, le mostraron círculos unidos a otros círculos a través de líneas y él dice que sabe que le dijo algo sobre lo que debía aprender pero que no lo entendió, también le dijo al árbol que por favor le dijera a los demás árboles que él los amaba a todos.
Como podrás suponer me fui súper feliz, contenta y con el alma llenita de amor tanto por el mensaje del árbol como por el momento que vivió mi hijo, su comprensión y su compasión me conmovieron.
La consciencia arbórea es sumamente sabia e inteligente, comprendí que no nos permitieron reconocer cuál de ellos fue el árbol del accidente para que no lo etiquetáramos y para no sentirnos mal o incómodos al verlo, después de todo, fueron todos y no fue ninguno, todo y nada al mismo tiempo, justo como la creación.
Con amor, Jaz.
P.D.: te invito a que te acerques a un árbol, planta, arbusto o flor, conectes con ellos y le pidas un mensaje, te aseguro que vivirás una experiencia hermosa llena de aprendizaje y amor.